martes, 1 de mayo de 2012

"Te voy a buscar a las fauces del mismísimo abismo si es necesario" Y eso es todo lo que necesité.
Hoy salí de mi casa pensando en la muerte. Había leído de alguien que estaba en coma, y me enteré de que murió. Tomé mis cosas y quise salir, arrancar, solo por un rato. Caminaba despacio, escuchaba como mis pasos se diferenciaban de los del resto, iba tranquila, pero mis pasos eran firmes. También escuchaba cómo las patas de ella tenían un ritmo diferente al mio. Iba concentrada en eso, mirando mis pies, observando el mecanismo algo fascinada (lo acepto, diseño me cambió, ahora todo es diferente) y algo me hizo querer mirar hacia un lado, no al frente, solo a la derecha, y ahí, en ese instante, tuve miedo. Es que mientras caminaba pensaba en la muerte, en su rapidez, en su completo egoísmo. Vi una fila de autos que seguían a uno solo: el carro funerario. Vi el ataúd, lo sentí. Vi las caras de las personas. Vi como un tipo les sonreía cuando los veía pasar. Vi que otro par se burlaba... ¿Por qué? Después de eso solo seguí caminando. Me encontré con unos cachorros abandonados, quise hacerle cariño, pero no podía. Los celos afectan a todos. Seguí mi camino y me senté en el pasto y lo disfruté. Disfruté su textura y su olor, disfruté el cariño que sentí. Y ya no pensaba en la muerte. La vida es así.